The Verve

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Desde Wigan al centro de la escena británica

La historia de The Verve arranca en Wigan, una ciudad del norte de Inglaterra que, como muchas del área, tiene una fuerte tradición obrera y una escena musical en ebullición desde los años 80. En ese entorno se conocieron Richard Ashcroft, Nick McCabe, Simon Jones y Peter Salisbury, los miembros originales del grupo.

El sonido inicial de la banda combinaba el espíritu psicodélico de The Doors y Pink Floyd, con una intensidad instrumental cercana al shoegaze, pero con un enfoque mucho más centrado en el groove y el viaje sonoro. Los primeros EPs publicados por Hut Records, filial indie de Virgin, dejaron una huella inmediata en la prensa musical británica, que comenzó a hablar del grupo como una de las grandes promesas de la nueva generación.

Un debut psicodélico: «A Storm in Heaven» (1993)

El primer disco de The Verve, «A Storm in Heaven», llegó en 1993 con una propuesta ambiciosa y poco habitual para el britpop que empezaba a tomar forma. Producido por John Leckie, conocido por su trabajo con The Stone Roses, el álbum apostó por una exploración sonora rica en texturas, delays y reverb, donde la guitarra de Nick McCabe se transformaba en una pared líquida de sonidos y capas, sobre la que Ashcroft desplegaba letras ensoñadas y una voz casi hipnótica.

El disco no tuvo un éxito inmediato en rankings comerciales, pero fue recibido con entusiasmo por la crítica especializada. Publicaciones como NME y Melody Maker lo elogiaron como una de las obras más originales de la primera mitad de los 90, alejándose del revival mod o la estética punk heredada de The Jam o Blur. En su lugar, «A Storm in Heaven» parecía mirar hacia el espacio, el misticismo y los estados alterados de conciencia.

Este disco sentó las bases del culto a The Verve, consolidando a Nick McCabe como uno de los guitarristas más innovadores de su generación y posicionando a la banda en un lugar intermedio entre la psicodelia clásica y la reinvención noventera del rock alternativo británico.

Rupturas, intensidad y redención: «A Northern Soul» (1995)

Dos años después, en 1995, llegó «A Northern Soul», un disco que marcó un cambio profundo en el sonido y en el espíritu de The Verve. La psicodelia expansiva del debut dio paso a una obra mucho más directa, emocionalmente cruda y con una impronta más oscura. En esta etapa, el grupo recurrió al productor Owen Morris, conocido por su trabajo con Oasis, lo que añadió un filo más agresivo y visceral a la mezcla.

Grabado en un clima de tensión interna, con conflictos personales y adicciones atravesando la dinámica del grupo, «A Northern Soul» parece capturar en tiempo real un derrumbe emocional. Las letras de Ashcroft se volvieron más confesionales, mientras que la guitarra de McCabe, en lugar de abrir paisajes oníricos, ahora cortaba como un bisturí, con riffs densos y repetitivos cargados de electricidad estática.

Aunque el disco no alcanzó cifras espectaculares en los charts, su legado fue creciendo con los años. Canciones como «History», «On Your Own» o «This Is Music» anticipaban la intensidad emocional y melódica que explotaría en su siguiente etapa. Además, el título del álbum funcionó como una suerte de manifiesto emocional: una alma del norte, endurecida por la experiencia, pero todavía capaz de sentir.

El desgaste fue tan grande que The Verve se separó brevemente tras el lanzamiento del álbum. Ashcroft anunció la disolución del grupo poco después de una extensa gira. Sin embargo, la historia todavía tenía un capítulo más.

El salto al estrellato con «Urban Hymns»

Luego de la disolución temporal tras «A Northern Soul», Richard Ashcroft comenzó a grabar material en solitario. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que su música todavía necesitaba del pulso colectivo de The Verve, y especialmente del aporte de Nick McCabe, cuya guitarra había sido siempre una extensión emocional de las canciones.

Así, en 1997, y contra todo pronóstico, la banda se reunió. Esta vez sin el bajista original Simon Jones, al menos en las etapas iniciales de grabación, y con una alineación algo flexible que incluyó la participación destacada del guitarrista y arreglador Simon Tong.

El resultado fue «Urban Hymns», un álbum que redefinió completamente la relación del grupo con el público y con la industria. Grabado en los estudios Olympic y The Manor, con producción de Chris Potter y del propio Ashcroft, el disco dejó atrás los muros de feedback y distorsión para abrazar un enfoque más melódico, orquestal y accesible, sin perder la carga emocional que los había definido.

El proceso de grabación fue extenso y marcado por tensiones soterradas, especialmente en torno al rol de McCabe, quien se sumó más tarde a las sesiones, cuando gran parte del material ya estaba avanzado. De hecho, muchas de las canciones más reconocidas del disco, como «Sonnet», «The Drugs Don’t Work» o «Lucky Man», fueron compuestas sin su intervención directa, lo que generó roces que se arrastrarían durante toda la promoción del álbum.

A pesar de estas tensiones, el disco logró capturar una alquimia irrepetible. La voz vulnerable y épica de Ashcroft, la incorporación de arreglos de cuerdas a cargo de Wil Malone, y la producción cuidada dieron forma a un álbum que parecía abrazar la grandeza sin renegar del dolor. Una obra que combinaba introspección con ambición masiva.

The Verve y el éxito global

Lanzado en septiembre de 1997 a través del sello Hut Recordings, «Urban Hymns» se convirtió rápidamente en un fenómeno. El disco debutó en el puesto número 1 del UK Albums Chart y acabó vendiendo más de tres millones de copias en el Reino Unido, y cerca de diez millones a nivel mundial. A día de hoy, sigue siendo uno de los álbumes británicos más vendidos de todos los tiempos.

Gran parte del éxito se explica por el impacto masivo de su primer single, «Bitter Sweet Symphony». Basada en un loop extraído de una versión orquestal de un tema de The Rolling Stones —una decisión que acabaría costándole a la banda los derechos editoriales de la canción—, la pieza se convirtió en un clásico instantáneo.

Su videoclip, con Ashcroft caminando imperturbable por las calles de Londres, se volvió icónico. A pesar de la controversia legal (con Allen Klein, entonces representante del catálogo de los Stones, exigiendo la autoría total), la canción marcó el cénit artístico y comercial de The Verve.

Le siguieron otros singles igual de celebrados: «The Drugs Don’t Work», que llegó al número 1 en el Reino Unido justo después de la muerte de Princess Diana, fue leído como una elegía nacional, aunque Ashcroft había escrito la canción años antes. Luego vendrían «Lucky Man» y «Sonnet», que consolidaron al grupo como una de las bandas más importantes de su generación.

La gira de presentación de «Urban Hymns» fue extensa e intensa, incluyendo una participación consagratoria en Glastonbury 1998. Sin embargo, las tensiones internas, especialmente entre Ashcroft y McCabe, volvieron a hacerse insostenibles. Las diferencias creativas y personales, sumadas al peso de una exposición mediática descomunal, empujaron al grupo nuevamente al abismo.

En abril de 1999, The Verve anunció su disolución por segunda vez. Esta vez, parecía definitiva.

Silencios, regresos y un epílogo sin final feliz

Tras la separación de 1999, los miembros de The Verve siguieron caminos diferentes. Richard Ashcroft inició su carrera solista con el álbum «Alone with Everybody» en 2000, que si bien no alcanzó el nivel de éxito de «Urban Hymns», consolidó su imagen como figura central del britpop tardío.

Durante los años siguientes, lanzó una serie de discos que fluctuaron entre el pop orquestal y el soul introspectivo, destacándose «Human Conditions» (2002) y «Keys to the World» (2006). Aunque su obra solista no logró el mismo impacto que su paso por The Verve, mantuvo su perfil alto en la escena británica.

En 2007, contra todo pronóstico, los miembros fundadores —Ashcroft, McCabe, Jones y Salisbury— anunciaron una nueva reunión. La gira de regreso, que agotó entradas en tiempo récord, fue acompañada por un nuevo disco: «Forth», editado en 2008. Si bien no alcanzó la trascendencia de «Urban Hymns», el álbum fue recibido con respeto tanto por la crítica como por los fans, con temas como «Love is Noise» funcionando como un puente contemporáneo entre su legado noventero y el nuevo milenio.

Sin embargo, las viejas tensiones volvieron a resurgir y, tras una última gira mundial, el grupo volvió a separarse en 2009. Desde entonces, no ha habido más reuniones formales ni señales claras de reconciliación definitiva.

The Verve y el legado de una banda irrepetible

Ashcroft continuó con su carrera en solitario, incorporando ocasionalmente a miembros de su antigua banda de acompañamiento, The United Nations of Sound. Su disco «These People» (2016) marcó un regreso sólido, y en 2018 lanzó «Natural Rebel». En 2021 publicó «Acoustic Hymns Vol. 1», donde reimaginó clásicos de The Verve en clave acústica, incluyendo una nueva versión de «Bittersweet Symphony», ya con los créditos compartidos con Mick Jagger y Keith Richards, tras años de disputas finalmente resueltas.

Nick McCabe, más reacio a los focos, colaboró en diversos proyectos musicales y formó el dúo Black Submarine junto al bajista Simon Jones, explorando territorios más atmosféricos y experimentales.

A pesar de los múltiples regresos, The Verve siempre pareció una banda en guerra consigo misma: una fuerza creativa explosiva que no podía mantenerse unida por demasiado tiempo. Su legado, sin embargo, permanece intacto. Desde los inicios psicodélicos de «A Storm in Heaven» hasta la perfección melancólica de «Urban Hymns», la historia de The Verve es la de una banda que supo capturar el espíritu de su época con una intensidad pocas veces vista.

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