Toploader
Orígenes y formación
Toploader nació en Eastbourne, Sussex Oriental, a fines de la década de los noventa. El punto de partida fue la amistad entre Joseph Washbourn (teclados y voz) y Dan Hipgrave (guitarra), quienes habían tocado juntos en distintos proyectos locales antes de decidir formar una banda más ambiciosa. Junto a ellos se unieron Rob Green (batería) y poco después otros músicos que completaron la formación definitiva.
Desde sus primeros ensayos, el grupo se inclinó hacia un sonido que mezclaba nostalgia setentera con groove moderno: teclados ochenteros, guitarras limpias y melodías optimistas pero con profundidad emocional. Su propuesta buscaba no solo hacer canciones bailables, sino generar una atmósfera que recordara tanto a la música soul y funk clásica como al pop contemporáneo.
En 1998, tras ganar algo de tracción en la escena local, firmaron un contrato con S2 Records, un sello subsidiario de Sony Music. Este acuerdo fue un gran paso: les garantizó recursos para grabar profesionalmente su primer álbum, así como el apoyo necesario para producir demos y promocionarse más ampliamente.
Su primer gran momento en la televisión llegó en mayo de 1999, cuando aparecieron en el show británico TFI Friday. Esa actuación les dio visibilidad nacional: para muchos espectadores, fue el primer encuentro con su estilo fresco y su energía contagiosa. Al mismo tiempo, comenzaron a trabajar en el estudio para dar forma a lo que sería su disco debut, afinando canciones, estructuras y arreglos bajo la producción de profesionales, con el objetivo de capturar la vibra única que habían pulido en sus presentaciones en vivo.
El debut que los llevó al estrellato
Tras consolidar su formación y ganar reconocimiento en el circuito británico, Toploader comenzó la grabación de su álbum debut a fines de 1998. El grupo trabajó en los estudios RAK de Londres y en Ocean Way de Los Ángeles, bajo la producción de Dave Eringa, conocido por su trabajo con Manic Street Preachers.
El resultado fue Onka’s Big Moka, publicado el 22 de mayo de 2000 a través de S2 Records. El título, tan peculiar como su sonido, hacía referencia a una bebida cafetera congoleña, símbolo del tono vitalista y exótico que impregnaba el disco. Musicalmente, el álbum mezclaba influencias de Stevie Wonder, Elton John y el pop alternativo de finales de los noventa, en un equilibrio entre el soul, el rock y el funk británico.
El disco abrió con “Let the People Know”, una declaración de intenciones: ritmos cálidos, teclados vibrantes y una voz llena de optimismo. Pero fue su segundo single, “Dancing in the Moonlight”, el que los llevó a un éxito masivo. La canción —una versión del clásico de King Harvest de 1972— se transformó en uno de los himnos más recordados del cambio de milenio en el Reino Unido.
El impacto comercial fue inmediato. Onka’s Big Moka debutó en el puesto Nº 5 del UK Albums Chart, y llegó a alcanzar el Nº 4 semanas después, permaneciendo en las listas durante más de seis meses. A su vez, “Dancing in the Moonlight” alcanzó el puesto Nº 7 en el UK Singles Chart y se mantuvo como un éxito internacional en países como Irlanda, Australia y Nueva Zelanda.
El difícil segundo paso
Después del éxito monumental de Onka’s Big Moka, Toploader regresó al estudio en 2001 para grabar su segundo álbum, nuevamente con Dave Eringa como productor. El disco fue lanzado oficialmente el 9 de septiembre de 2002 a través de S2 Records, el mismo sello que había impulsado su debut.
Musicalmente, Magic Hotel amplió el espectro del grupo con arreglos más densos, guitarras más marcadas y una producción de mayor escala. Canciones como “Time of My Life” y “Cloud 9” mostraban un intento de mantener su esencia melódica, pero con una instrumentación más orientada al rock. El álbum debutó en el puesto Nº 3 del UK Albums Chart, una posición destacada que confirmó que la banda aún conservaba un público fiel.
El cambio en el gusto del público también influyó. La prensa musical británica, que un par de años antes había apoyado el pop alegre de Toploader, se volcó hacia un sonido más crudo y guitarrero. Las comparaciones con bandas emergentes como The Libertines o Franz Ferdinand acentuaron la percepción de que su estilo pertenecía a una etapa anterior. Ante las ventas en descenso y las críticas dispares, S2 Records decidió no renovar el contrato con la banda, lo que marcó el fin de su relación con Sony Music.
A comienzos de 2003, Toploader anunció oficialmente su separación. Tras unos meses de silencio, los miembros siguieron caminos distintos: Julian Deane abandonó la interpretación para fundar la compañía de management Raygun Music, mientras que Joseph Washbourn y Dan Hipgrave se mantuvieron vinculados a la música, colaborando esporádicamente en proyectos menores.
El regreso de una nueva etapa
Tras varios años de silencio y proyectos dispersos, Toploader volvió a escena en 2009. La reunión no fue un gesto nostálgico, sino el resultado de una necesidad artística compartida. Joseph Washbourn, Dan Hipgrave y Rob Green —los tres miembros fundadores— comenzaron a ensayar nuevamente con la intención de recuperar el espíritu original de la banda, pero con una perspectiva más madura y un enfoque más introspectivo.
En 2010, firmaron un contrato con Underdogs Music, un sello independiente que les ofrecía mayor libertad creativa. Bajo este nuevo marco, Toploader grabó su tercer álbum, Only Human, que se publicó el 14 de marzo de 2011. El disco fue producido por el propio Joseph Washbourn junto a Ashley Howes, quien también realizó un remix del segundo single.
Aunque Only Human no alcanzó los puestos destacados de sus discos anteriores —sin entrar en el UK Albums Chart—, la recepción entre los seguidores fue positiva. Medios especializados como Music OMH y Contactmusic valoraron su honestidad y madurez, destacando que “el grupo ha encontrado una nueva voz, más terrenal pero igualmente emotiva”.
Con Only Human, Toploader consiguió lo que muchos grupos de su generación no lograron: sobrevivir al paso del tiempo sin depender de la nostalgia. En lugar de intentar replicar su antiguo éxito, eligieron reconstruir su identidad sobre bases más sólidas y personales, abriendo el camino hacia un futuro creativo independiente.
Madurez y conexión con los fans
Después de varios años girando por festivales y escenarios medianos del Reino Unido, Toploader comenzó a trabajar en nuevo material a mediados de 2015. El trío había encontrado estabilidad tras el regreso de 2011, y la idea de grabar un nuevo álbum surgió como una forma natural de consolidar su nueva etapa.
En esta ocasión, el grupo decidió apostar por un enfoque totalmente independiente. A través de la plataforma PledgeMusic, financiaron la producción de su cuarto disco, Seeing Stars, con el apoyo directo de sus seguidores. La decisión de recurrir al crowdfunding reforzó la relación entre la banda y su comunidad de fans, permitiendo una transparencia poco habitual en el proceso creativo.
La grabación del álbum se llevó a cabo entre 2016 y comienzos de 2017, con la producción de Andy Green, conocido por su trabajo con artistas como Keane y Scouting for Girls. El resultado fue un disco más pulido y contemporáneo, donde los elementos de pop-soul y rock melódico se fusionaban con una instrumentación moderna y arreglos detallados.
Seeing Stars se publicó oficialmente el 12 de mayo de 2017, y fue recibido como un retorno sólido que mostraba el crecimiento artístico del grupo. El primer sencillo, “Roll with the Punches”, se lanzó unas semanas antes, acompañado de un videoclip grabado en blanco y negro que subrayaba el tono introspectivo y esperanzador de la canción. Otros temas destacados como “Boom Song” y “We’re Just People” evidenciaban la madurez de su composición y su interés por explorar emociones más personales.
Con este álbum, Toploader cerró un ciclo de madurez: una banda que, dos décadas después de su debut, había sobrevivido a la industria, los cambios de tendencia y las separaciones, gracias a su capacidad para reinventarse sin perder su esencia.
